La aurora se precipita y resbala en los muros de mi cuarto oscuro. Fuera de él, la luz naciente se expande, se funde al viento y a la inmensidad del espacio donde se habita, para acumular el aire al interior de los entes vivos. Es el contraste de la vida y la presencia inevitable de la muerte. Una mascarilla cubre mi boca para aliviar la presión sobre los pulmones vacíos. La carencia de oxígeno transforma mis noches en un mundo de carnavales dantescos. Mi pecho se agita, la respiración se acorta y se convierte en infinidad de aspiraciones de angustia. Las últimas horas de la noche se transforman en una mezcla de realidad y sueños que nacen al interior de mis entrañas. La vida y la muerte han iniciado un coloquio difícil de traducir.
Todo se inició al expirar el mes de noviembre del año 2010, fue allí donde traspasé los umbrales del gozo cultural en la otrora plácidas playas de Iloca”.
Alberto Ludwig
“En tierras blancas de sed
partidas de abrasamiento,
los cristos llamados cactus
vigilan desde lo eterno…..”
Gabriela Mistral
Gentileza de Equipo Fonasa
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