lunes, abril 18, 2011

"Póngale verde, o le vamos a rayar el mural"


11 murales en 20 días / Andrés Ovalle

Esto no es literatura. Ni siquiera es arte. Es sólo una práctica cotidiana, un ejercicio de bien común.
Junto a QBICA, empresa de Diseño y Arquitectura, me adjudiqué por Mercado Público diseñar y ejecutar 11 murales (150 mts2) sobre el tema del cuidado al Medio Ambiente. Debíamos trabajar simultáneamente en distintos cerros de Valparaíso: Playa Ancha, Montedónico, Toro, Cordillera, Alegre, Florida, Merced, Las Cañas y Placeres.
 Fuimos los únicos en presentarnos pues los requerimientos de la licitación estipulaban DISEÑAR 11 MURALES EN 2 DÍAS Y EJECUTAR EL TRABAJO EN 20, lo que incluía mosaicos, pintura y relieves, y una vez realizado el trabajo, recibíamos el dinero. Gracias a Dios pude re-pactar una antigua deuda y conseguí el money para echar a andar el proyecto.
Lo más gratificante -y esto lo entenderán los idealistas- es darle trabajo a la gente y aportar al sustento, y para ser la primera vez no estuvo nada mal. No es el gusto por el dinero lo que me mueve –que no tengo- sino el amor por el trabajo creativo, y desde luego, los desafíos.

¿Pero cómo comprender esto sin ego, reconocimiento, compromiso social ni el glamour del arte?

-Póngale verde, o le vamos a rayar el mural –me dijeron unos Panzers (la barra del Wanderers)
Ellos no sabían que iba a pintar un paisaje de fondo azul y con letras rojas. Como director tuve que hacer un cambio drástico en el equipo pues las señales eran claras.
-“Sale Azul, entra Verde” - escuché en los altoparlantes de mi cabeza.
Recién las barras de la U y del Wanderers se habían agarrado a combos, por lo que pintar azul con rojo en una zona verde era un golpe bajo al local. Nueva táctica. Las letras debían ser blancas y tenía que integrar los colores corporativos del Wanderers, sólo así sería bienvenido.
-Y pensar que  soy del Everton -me dije.

Otro día llegué con tarros y rodillos a una plaza de otro cerro, y de entrada me marcó la cancha una mujer con pinta de guerrillera que llevaba una carretilla:
-Y a usted, ¿quién lo envió?
Era la Ivonne, la mina más pulenta que he conocido en años, la líder del barrio, y se encontraba dirigiendo a un grupo de obreros de la contru que arreglaban su plaza.
-No le ponga “Valparaíso Limpio” –como decía el slogan del contratante- póngale “Bilbao Más Limpio”, y además, póngale el escudo del Wanderers.
Al otro día, pasando el pincel por la última letra oí a mis espaldas:
-Póngale “Bilbao City”, así es como llamamos a esta plaza -me dijo un estudiante que quería ser futbolista.

Mis convicciones del arte hace rato habían caído, lo que no es menor en este oficio que es una apuesta personal. Hoy pienso que todo arte no es más que una metáfora de lo vivido, un complemento que nos ayuda a reflexionar y a descansar la mirada, a otorgar vida, belleza, aunque sea simbólicamente.
Pero lo mejor de esta experiencia viene de otro ámbito. En ella pude constatar, una vez más, que la fe mueve montañas, ya que anteriormente a todo lo relatado me encontraba sin un peso, con deudas y muchos proyectos en el cielo. Así, sin escapatoria, le dije a Jesucristo: “Señor, tráeme trabajo, y que sea mucho”.
  Y se cumplió.
Ahora, a jugar otro partido que colores hay para todos.

Gentileza
 Artista Visual

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