miércoles, octubre 03, 2007

En exclusiva Antonio Becerro entrevista a Patricio Manns


A los 70 años, Patricio Manns, habla desde su cautiverio litoral

“Chile ha perdido el tino poético”

· “Este país no valora a sus genios creadores a tiempo y, por el contrario, los deja en calidad de sospechosos”.
· “Si sale la derecha en las próximas elecciones, me voy de Chile. Parto a Venezuela, vamos a hacer una nueva sociedad allá”.
· “Neruda no conocía nada del coa y, pese a ser amigo de Violeta Parra y Abraham Jesús Brito, jamás se topó con la décima”.


Por Antonio Becerro; artista visual y taxidermista
Fotos: Andrés Gachón



Después de visitar y constatar la entrañable felicidad del oso polar tras noche que nevó en Santiago, llegué a Valparaíso a eso de las 21 horas. En compañía del fotógrafo Andrés Gachón y la doctora Cáterin nos fuimos derechito al Cinzano, donde cenamos al son del clásico “el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el 506 y en el 2000 también”. Luego, camino al hotel, les dije a mis compañeros de viaje: “Por fin le tocó al oso polar. Nieve y mucho frío. Poco se sabe en Chile del oso polar del Zoológico, igual que de Patricio Manns”.

El oso y Pato Manns tienen algo en común. Ambos están allí, aislados, contra la temperatura y el paisaje, sin séquitos, secuaces ni galardones.

El novelista, poeta y creador de temas musicales conmovedores como “La tregua”, “Cuando me acuerdo de mi país” y “Palimpsesto” nos recibe en su amplio departamento frente al mar.


-¿En qué esta Pato Manns a los 70 años?
-Hago canciones y trabajo con el Banco Estado, como las pymes. Así como los pescadores reciben préstamos para ponerles motores a sus botes, el banco produce mis discos y se distribuyen en presentaciones fantásticas.

-¿Cómo observas el ambiente creativo de Chile?
-Es que yo vivo acá, en el litoral, y estoy muy desconectado de todo. A veces asisto a algún congreso en París o la Universidad de Playa Ancha y allí me entero de cosas.

-¿Pero ni siquiera te informas a través de los medios de comunicación?
-No veo televisión. Leo cosas de historia y miro películas de repente. Además, lo que pasa es que la narrativa chilena está pasando por un mal momento: la gente que esta ahí, es gente que también ejerce la crítica literaria. Son una pila de pendejos que están en una bodega y se tiran flores entre sí. Yo no creo en esa gueá. Ese (Alejandro) Zambra y no sé quien, la Patricia Espinoza, son toda una sucesión. Un ghetto como de 20 personas.

-¿Ghetto?
-Sí, y hay otros como el de Camilo Marks y Germán Marín. Se han metido en la (editorial) Sudamericana, donde yo también trabajé. Conozco a Marín, pero nunca me ha saludado y sé que tenemos una vieja cuenta que arreglar. Aunque talvez nunca se llegué arreglar, porque eso fue antes del golpe militar. Él hace como que no me conoce y, en realidad, nunca me ha conocido realmente. Mira, cuando lancé “Diversos instantes del reino”, la presentación en la Biblioteca de Santiago la hicieron José Miguel Varas y Volodia Teitelboim, ambos Premio Nacional de Literatura. Era por cierto un hecho cultural, pero ni siquiera lo consideraron. Allá ellos. Yo no paso por los críticos chilenos. En cambio, en Argentina me respetan muchísimo; vengo llegando de un congreso de filosofía en San Juan.

-Bastantes camisas de fuerza en el mundo literario.

-En “La Tercera” han llegado a crear espacios para sacarme la cresta. Un día, cuando me premió el Consejo del Libro por unos cuentos, Camilo Marks criticó en dos páginas centrales cinco de mis libros. Me hizo tira y lo tituló: “Premio al sospechoso”, cosa que a mí no me va ni me viene. Lo que tendría que hacer la crítica es ayudar a comprender a un escritor y no sacarle la cresta de entrada. Después de haber trabajado un par de años en un libro, cómo puede venir un maricón de mierda a decir cualquier gueá. En cambio, Javier Edwards publicó un artículo en “El Mercurio” sobre “Diversos instantes del reino” y la presentación decía: “Edwards critica los excesos en novela de Patricio Manns”. Era una muy buena crítica, porque contenía una observación. Eso no significaba que rechazara el libro entero.

-Me estabas hablando de un congreso

-Sí, vengo del Segundo Congreso Internacional de Filosofía, organizado en Argentina. El primero fue realizado en 1949, en Mendoza, con Perón. ¿Tú crees que en Chile alguien me invitaría a un congreso de filosofía?
-¿Por qué crees que no te invitan?

-La ignorancia. Aquí, la gente que domina la cosa cultural no conoce la cultural. Además, existe mucha arrogancia. Yo no estoy en ese círculo, ni tengo esos vínculos. Conozco a la ministra (Paulina) Urrutia y nos saludamos, pero nada más. Tampoco ando rodeando a la Michelle (Bachelet). Yo trabajé en su campaña en Santiago, Valparaíso, Talca y aquí, en Viña del Mar, pero nunca pedí nada, ni una pilcha.

-¿Cómo se ve la cosa Bachelet?
-Mantengo ciertas reservas, como eso de quedarse al margen del voto a Venezuela por los problemas que tiene la Democracia Cristiana con (Hugo) Chávez. Puede que Chile se quede fuera del proyecto de energía más importante del último tiempo en América Latina por una rabieta ideológica. Brasil, Argentina, Bolivia y Venezuela van a tener una red de energía en la que Chile no figura. Eso es grave. Ha habido muchos errores no forzados y ventajas para la oposición. Si sale la derecha en las próximas elecciones, me voy de este país. Parto a Venezuela, donde tengo un hermano. Vamos a hacer una nueva sociedad allá, una sociedad con una verdadera consejería cultural y todo.

-¿Tienes alguna relación con los artistas jóvenes, con la poesía urbana, el hip-hop, rock, funk?
-No sé, a mí me gusta la música. No hay nada que se compare con las grandes obras maestras.

-¿Pero eso no es quedarse un poco pegado?
Estamos en otro tiempo, con nuevas posibilidades rechitativas, sonoras y armónicas. Hemos descubierto nuevas alfabetizaciones de la música. No hay comparación alguna con los clásicos.
-Sí, puede ser. Además, yo soy músico baladista; no folklorista. Ahí está la cosa.

-¿Y “Concierto de Trez-Vella” está en la balada o en un camino clásico andino experimental?
-Son todas baladas, incluso “Arriba en la cordillera”. No tienen que ver ni con la cueca ni con la tonada. Efectivamente, “Concierto de Trez-Vella” es una obra bastante jodida y el componente armónico que tiene es avanzadísimo.
-A mí también me gusta su poesía, que resulta como una clase de filosofía. ¿Qué queda de ese Pato Manns?
-Estoy haciendo cosas mucho mejores que esas.

-¿Tanto así?
-O sea, trato de intentarlo. Puedo hacer cualquier cosa que se me ocurra. Lo que pasa es que “Concierto de Trez-Vella” es un gran tema. Tiene un arreglo de tipo clásico y los que cantan conmigo son los Intillimani. Ahora, yo no hubiese metido tanta quena, porque lo bajan un poco; habría incorporado una trompeta potente, para romperlo estructuralmente. Es una gran balada, que dura 15 minutos. Hay otras, como “La Araucana”, de 8 ó 10 minutos.


-Pienso que tu poesía y tu música gravitan por un puro concepto interpretativo. Quiero decir que es muy difícil que alguien interprete uno de tus temas, pues tienen una impronta muy marcada por la vida del compositor.


-No creas tanto, Denisse Malebrán cantó finamente y voló alto con “Arriba en la cordillera”.


-¿Y “La balada de los amantes del camino de Taverney”?
-Ahí tienes razón, con esa no se la puede nadie. Lo que pasa es que tiene como cincuenta acordes que cuestan. No es llegar, tomar la guitarra y hacerla, porque es un tema autobiográfico.
-Yo conquisté varios amores con ese tema, era como mi caballito de batalla.
-Sí, me han presentado hasta guaguas en honor a ese tema. Me han dicho: “Esta niña salió por ‘Los amantes de Taverney’”.

-¿Te importa hacer escuela o dejar algún legado en Chile con tu métrica y música?
-No tengo ninguna vocación de instructor paracaidista. Y valga la imagen, porque cuando estudie canción salté en paracaídas.


-Como Altazor.


-Claro, porque se trata de hacer una cosa que tiene que ser nueva. Es decir, desde el punto de vista mío, desde aquí adentro. Lo que pasa es que mi formación cultural es muy potente. Conozco la poesía desde niño. En mi casa había una biblioteca con unos tres mil volúmenes, no un maletín cultural como el que se pretende regalar hoy día. Y allí, a los 8 ó 10 años, empecé a escribir poemas.
Mi madre era profesora, tenía libros de poemas, recortes de poemas y antes en Chile en cada libro o diario aparecía un poema. Ahí conocí a Gabriela Mistral, las primeras cosas de Neruda y una pila de poetas españoles. Entonces, si alguien quiere seguirme, tiene que empezar por recorrer ese camino y luego dominar la poesía. Aquí vienen a verme poetas jóvenes y hablamos horas de poesía. Es una falencia si no pueden hacer un soneto. Tienen que partir con los sonetos. Hay una cadencia interna y una cadencia exterior.
Y hay unas rimas internas y unas rimas externas. Y cuando haces sonetos o décimas estás al principio del camino. Yo estudie décimas desde niño y luego lo hice en Francia. Tengo un trabajo que se llama “Pablo Neruda y la poesía popular”. Neruda nunca pudo hacer una décima y era amigo de decimistas como Violeta Parra y Abraham Jesús Brito, que improvisaba décimas y además hacia sonetos perfectos e imperfectos. Pero Neruda nunca se topó con la décima.


-¿Y qué tal Roberto Parra?
-Roberto era un gallo muy sincopado. Era choro, en el sentido que dominaba un lenguaje popular exquisito. La cueca, esa del vivaracho, es una joya de la poesía popular y el coa chileno. Neruda no conocía nada del coa. Yo iba almorzar con él y se nos ocurrió hacer una obra juntos, que está desaparecida en este momento y que busco por todos lados. Es como una novela cortita sobre sus escritos. Es de 300 páginas y está para filmarla. Es un libro cinematográfico hecho en prosa que se perdió después que él se fue de embajador a Europa. Después de las giras por México y Europa, en el 67, nos sentábamos a trabajar y a Neruda se le ocurrió hacer la Fundación Cantalao para poetas jóvenes. Por ahí desarrollamos la novela de cuatreros. Neruda me decía que hiciéramos una película y que yo escribiera el guión.


-¿También hiciste guiones?
-Una vez trabajamos en eso, en un viaje en tren de nueve meses. Se trataba de hacer una obra mensual y nos pagaban por eso. En aquellos tiempos, la Fundación Rockefeller financiaba a diez escritores para que trabajaran ocho horas diarias y después salíamos de parranda, chupábamos, comíamos y tirábamos. Y así salían las obras. También conocí a Raúl Ruiz en Concepción, en un taller de teatro. Yo era redactor de la revista “La patria”. Raúl tiene una sensibilidad muy especial y un pensamiento muy refinado. Allí se juntaban Enrique Lihn, Efraín Barquero, Jorge Teillier y otros gallos de la universidad.


-¿Por qué no se da eso ahora?
-No sé, los fondos y las postulaciones son muy engorrosas. Hoy sería imposible que te dieran financiamiento en cualquier institución cultural para proyectos de esa envergadura. Los artistas son dudosos ante la autoridad y esta nueva sociedad de mercado. Imagínate que… ¿cómo se llama ese gueón que canta como mongólico y que anima el Festival de Viña del Mar? ¿Sergio…?
-Sergio Lagos.


-Ese gueón me saludó como maestro y, segundos después, como también vota, lo hizo contra mi tema “Para variar”. Por eso no gané el Festival. Son pequeños detalles, pero llenos de mierda. La insensibilidad del mercado y del medio cultural farandulero en Chile es una locura. Hablan de ellos mismos en los medios, aparecen en todos los canales casi a la misma horas y, al día siguiente, vuelven a repetirse en los diarios como si fueran los únicos habitantes de Chile, cuando hay cosas mucho más importantes y graves de que preocuparse. Ahí esta la responsabilidad moral y política de los que dominan la cultura. Y después se sorprenden por la marginalidad, el costo social y los estallidos de violencia.


-“Chile ha muerto”, como dijo Pablo de Rokha. Y eso que por estos días están dando un premio al mejor de los chilenos.
-Yo soy el menos chileno de todos. Imagínate que ni siquiera me han dado el Premio Nacional de Música.


-No me extraña: tampoco se lo dieron a Violeta Parra, Víctor Jara y, si mal no recuerdo, ni siquiera al maestro Claudio Arrau le tocó.


-Estos tipos son muy maricones. Y eso que ya no hayan a quién dárselo; el año pasado se lo otorgaron a un pianista. Tú podrías conseguir el apoyo de “La Nación” para que me nombren como candidato (ríe). Chile ha perdido el tino poético, se pasaron al otro extremo. Chile no valora a sus genios creadores a tiempo y, por el contrario, los deja en calidad de sospechosos.


-Cuando llegó la democracia, algunos esperábamos una mayor participación de los artistas retornados, dada su experiencia. Pero eso no fue así y, por el contrario, la institucionalidad se llenó de sujetos neuróticos, de maletín y celular, titulados como gestores culturales. ¿Qué piensas de esto?


-Lo que pasa es que me vine a trabajar al litoral y he conservado un perfil bajo; ni siquiera hago clases en la universidad. Tampoco estoy en Santiago ni en la farándula. Lo mío es leer y leer, aunque también dosifico el día con tiempo para sentarme a escribir. Mi primera lectora y única promotora es Alejandra (Lastra, su mujer), que es sicóloga. Ella es argentina y yo estoy súper sicoanalizado, igual que todo el pueblo argentino. Por eso son tan buenos para la pelota. Chile entero debería sicoanalizarse.


-A propósito de sicología profunda, ¿qué te pareció el funeral de Pinochet? Pronto se cumplirá un año de aquella puesta en escena.


-Una provocación monstruosa; fue más que un funeral de Estado. Este gobierno no tuvo los cojones para anticipar y parar a ese pendejo militar que habló y sacar en el acto a toda la plana mayor del Ejército. Con la muerte de Pinochet la cosa se ha tranquilizado un poco, pero nadie responde por la guita que se llevaron. Pinochet se robó cientos de millones, pero eso no es considerado un ataque al Estado. Estamos viviendo dos tipos de valores. Por eso digo que, si en este país no puedo vivir con lo que sé hacer, entonces es legítimo salir a robar.


-Lanzas postmodernos.


-Ahí está el caso de (Sebastián) Piñera. El tipo recibe un turro de información privilegiada, hace tremendos negocios, paga una multa y no le sale ni por curado. En Francia, un ministro de Mitterrand se mató tras ser acusado de aprovechar información confidencial. ¿Crees que Piñera tendría el mismo coraje? En fin, yo no soy político, no me gano la vida en eso y nunca he postulado a nada. Sólo analizo y he escrito algún ensayo. Con el Estado no tengo nada que ver.


-Oye, y vivir en esta zona, en un departamento como éste, no es una contradicción para un artista de izquierda.


-No, porque aquí hay treinta años de trabajo y un esfuerzo en conjunto con la Alejandra, que trabaja en las Naciones Unidas con un sueldo decente. Vivo en un edificio de momios. Imagínate la paradoja: aquí abajo venía de vacaciones el fiscal Hernán Torres Silva, el que desarticuló el Frente Patriótico Manuel Rodríguez y que hoy está procesado.


-Bueno, tengo que partir. Si vas por Santiago llámame y programamos algo en La Perrera.


-Lo único que necesito es una cama. Una vez me alojaron en un hotel y resulta que era un hotel parejero, de esos que te cierran con llave, porque hay otras parejas. No vaya a ser cosa que pilles a una ministra corriendo en pelotas por los pasillos, ja,ja, ja, ja . Fue horrible esa experiencia. Por eso te repito: si me ponen una buena cama, voy a Santiago.















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